Una vieja figura

Es común que algunos autores utilicen una vieja figura para caracterizar ya sea el tipo de subjetividad o de cultura que, supuestamente, produce la tecnología moderna , o para caracterizar una época y una figura antropológica se supone que tecnológicos. El siguiente párrafo de “El dominio de la técnica” de Georg Simmel nos muestra perfectamente esa reformulación de la vieja figura:

“Para nuestra época, en la cual el predominio de la técnica implica evidentemente el prevalecer de una conciencia inteligente y lúcida (como causa y consecuencia) he hecho notar cómo la espiritualidad y el recogimiento, sofocados por el esplendor de la ciencia y de la técnica, se toman su revancha en la forma de un profundo sentido de tensión y de nostalgia sin meta; en la impresión de que todo el significado de nuestra existencia se encuentre tan lejano y remoto que no lo podemos ni siquiera localizar exactamente y que nos encontremos siempre en peligro de alejarnos, en lugar de dirigirnos hacia él; y luego, además, la sensación de que el mismo se encuentre justo ahí delante de nuestros ojos y que nos alcanzaría con tender la mano para aferrarlo si no nos faltara siempre un mínimo de coraje, de energía o de seguridad interior. Creo que esta inquietud secreta, este impulso irresoluto bajo el umbral de la conciencia, que persigue al hombre moderno empujándolo del socialismo a Nietzsche, de Böcklin al impresionismo, de Hegel a Schopenhauer -y luego de nuevo en sentido inverso no se origina solamente en la agitación de la vida moderna, sino que, al contrario ésta es, en mucho aspectos, la expresión, la manifestación, el desahogo de un estado más íntimo. La falta de algo definitivo en el centro del alma empuja a buscar una satisfacción momentánea en estímulos siempre nuevos, emociones, actividades externas; y de este modo nos envuelve esa confusión, inestabilidad e inquietud permanente que se manifiesta a veces como el alboroto de las grandes ciudades, a veces como la impaciencia de los viajes, a veces como la furia desencadenada por la competencia, a veces como el fenómeno típicamente moderno de la inconstancia en el campo de los gustos, de los estilos, de las convicciones y de las relaciones personales.”

Este imagen del espíritu inestable es muy cercana o repite una de Séneca:

“De aquí ese hastío y descontento de sí mismo, ese desasosiego de un ánimo nunca asentado, y esa triste y agria paciencia con que soportan su propia ociosidad; pues cuando da vergüenza confesar las causas y el pudor mantiene dentro de los tormentos, los deseos, encerrados en esta estrechura sin salida, se estrangulan a sí mismos. De aquí la tristeza y la languidez y las mil fluctuaciones de una mente incierta a quien las esperanzas empezadas mantienen suspensa, y triste, las fracasadas; de aquí también aquel afecto de los que detestan su ocio y se quejan de que ellos no tienen nada que hacer, y aquella envidia, tan enemiga de los crecimientos ajenos. Porque alimenta la envidia la desgraciada pereza y desean que todos se arruinen porque ellos no pudieron adelantar; de esta aversión a los progresos ajenos y de la desesperación por los fracasos propios nace después un ánimo irritado contra la fortuna, quejoso de los tiempos, que se esconde en los rincones y está siempre absorbido por su propia pena, mientras tiene hastío y vergüenza de sí mismo.
Porque por su naturaleza el ánimo humano es ágil y pronto al movimiento. Toda materia que le excite y le distraiga le es grata, y más grata aun para los nacidos con peor índole que gustosamente se dejan consumir por las ocupaciones. [...] De aquí el emprender vagas peregrinaciones y el navegar por mares desconocidos y tanto en la tierra como en el mar hacer experiencias de esta liviandad tan enemiga de lo presente. ‘Ahora vayamos a la Campania’. Pronto nos fastidian aquellos campos deleitosos. ‘Veamos los incultos, recorramos los bosques de los Abruzos y de la Leucania’. Y sin embargo, en los desiertos se busca algo ameno en que los ojos lascivos se alivien de la continua fealdad de los lugares hórridos. ‘Vayamos a Tarento y a su celebrado puerto y a los inviernos de clima suave y a la región bastante provista para su antigua turba’. Demasiado tiempo descansaron nuestros oídos de los aplausos, ya nos gusta de nuevo del derramiento de la sangre humana. ‘Volvamos a la ciudad’. Tan pronto como termina un viaje se emprende otro y los espectáculos se cambian por otros espectáculos. Como dice Lucrecio.
De este modo cada uno huye siempre de sí mismo.”

Como si la tecnología moderna creara o viniera aparejada con una comunidad de individuos descontentos de sí mismos, como si con la tecnología adviniera una época de la languidez y del hastío. Finalmente, un texto de una entrevista a Josu Landa:

“–¿Cómo identificar la decadencia en medio de esta ultramodernidad y la euforia tecnológica que la define como tal?, ¿puede darnos más precisiones?

–Vivimos en medio de un progreso técnico inusitado. Eso está a la vista y parece contradecir la idea de una decadencia. Lo que pasa es que los avances en una ciencia subordinada a la tecnología y en la eficacia productiva se están dando al precio de un deterioro, no menos evidente, en el terreno cultural y ético.

Nos llenamos de aparatos y nos dejamos subyugar por fetiches banales, a costa del vaciamiento de nuestras almas. Mientras, pierde fuerza un modo de ser en el mundo, sustentado en una serie de valores firmes, como el del respeto absoluto a la vida o a la dignidad humana. Por ejemplo, va ganando terreno la confusión general, en el ámbito de la ética y la estética. Las mismas élites tradicionales sucumben a esto y se dejan llevar por un afán ilimitado de ganancias y poder, descuidando la formación de sus propios hijos, en su mayoría, a estas alturas, una bolita de bárbaros, eso sí, bien equipados, bien vestidos, rodeados de tecnología de punta y forjados al estilo de los medios, el marketing y las revistas de moda, pero con la cabeza hueca.”

¿Es posible producir otra imagen de la tecnología moderna?


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Francisco Barrón

Doctorante en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha participado en varios proyectos de investigación como: “Memoria y Escritura”, “Políticas de la memoria”, “La cuestión del sujeto en el relato”, “Diccionario para el debate: Alteridades y exclusiones”, “Estrategias contemporáneas de lectura de la Antigüedad grecorromana” y “Herramientas digitales para la investigación en humanidades”. Se ha dedicado al estudio del pensamiento griego antiguo, francés contemporáneo y de los filósofos alemanes Friedrich Nietzsche y Walter Benjamin. Sus intereses son las relaciones entre la estética y la política, y los problemas especulativos sobre la relación entre la técnica, el arte, el lenguaje y el cuerpo. Pertenece a la Red de humanistas digitales.

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