Durante el Segundo Encuentro de Humanistas Digitales el #SeminarioTF participó con dos mesas. En las charlas se nombró varias veces a Walter Benjamin. Es innegable que la obra de este filósofo ha sido una de las columnas vertebrales del trabajo del seminario.
Como provocación Esteban Romero ha escrito un pequeño texto llamado “Walter Benjamin y el pensamiento visual“. Allí escribe: “Walter Benjamin acostumbraba a emplear esquemas y diagramas para organizar sus ideas. Quizá hubiera sido proclive a explorar diversas formas de visualización de información propias de nuestros tiempos digitales. Quien sabe si hubiera sido un abanderado de las Humanidades Digitales.”
A ese pequeño texto le prometí una pequeña respuesta.
¿Y cómo saber si Benjamin hubiera sido abanderado de las Humanidades Digitales? Quizás sería mejor pensar la cuestión de lo gráfico en su ejercicio del pensamiento. ¿De dónde vendría esa posibilidad de diagrama o visualizar el pensamiento? ¿Qué estaría pensado y ejercitando así el filósofo alemán? En La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica Benjamin trata de caracterizar una modificación tecnológica de la experiencia. Para ello trata de producir un vocabulario que le permita describir esa experiencia tecnológica. Así, aparecen términos como aura, comportamiento estandarizado, reproducibilidad, valoración, etcétera. Lo que quiere Benjamin con ese vocabulario es describir los efectos que la tecnología produce en el ejercicio de la experiencia. Es sabido que por ello analiza la relación de la fotografía y del cine con las bellas artes. Lo interesante es la cantidad de efectos tecnológicos que señala en el campo de la cultura occidental moderna.
Uno de estos es enunciado de la siguiente manera:
“La extracción del objeto fuera de su cobertura, la demolición del aura, es la rúbrica de una percepción cuyo `sentido para lo homogéneo en el mundo’ ha crecido tanto, que la vuelve capaz, gracias a la reproducción, de encontrar lo homogéneo incluso en aquello que es único. Así es como se manifiesta en el campo de lo visible aquello que en el campo de la teoría se presenta como un incremento en la importancia de la estadística.” (La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, IV, p. 48)
Quisiera enfatizar algo de la cita, y con ello dejar de lado las cuestiones políticas, perceptuales y artísticas que trae aparejadas el fragmento. Quisiera enfatizar lo que Benjamin escribe como “incremento en la importancia de la estadística” “en el campo de la teoría”. No podría decir que Benjamin abanderaría las Humanidades digitales, pero sí que parece que podríamos suponer que llegó a vislumbrar algún efecto tecnológico en el ejercicio de la teoría. Como si la tecnología modificara el ejercicio del pensamiento exigiendo de él la aceptación de metodologías y prácticas cuantitativas.
Podríamos conjeturar hasta qué punto propiamente Benjamin veía esa modificación tecnológica del ejercicio de la teoría. Y es que nos suena lo que escribe y quisiéramos ponerlo en una genealogía conocida. Sería más conveniente, me gustaría creer, dejar sus citas como citas. Y es que si en la cita anterior Benjamin menciona el aumento de la importancia de la estadística en el ejercicio teórico, en el texto “Censor jurado de libros” del libro Dirección única pareciera que la modificación tecnológica de la experiencia trae aparejado, a la vez que un aumento en la importancia de la estadística en la teoría, un efecto sobre la escritura: el archivo, los diagramas estadísticos y técnicos. Dejo la cita:
“La escritura, que había encontrado en el libro impreso un asilo donde llevaba su existencia autónoma, fue arrastrada inexorablemente a la calle por los carteles publicitarios y sometida a las brutales heteronomías del caos económico. Tal fue el severo aprendizaje de su nueva forma [...]. Y antes de que el hombre contemporáneo consiga abrir un libro, sobre sus ojos se abate un torbellino tan denso de letras volubles, coloreadas, rencillosas, que sus posibilidades de penetrar en la arcaica quietud del libro se ven reducidas. Las nubes de langostas de la escritura, que al habitante de la gran ciudad le eclipsan ya hoy el sol del pretendido espíritu, se irán espesando más y más cada año. Otras exigencias del mundo de los negocios llevan más lejos. Con el archivo se conquista la escritura tridimensional, es decir, un sorprendente contrapunto a la tridimensionalidad de la escritura en su origen, cuando era runa o quipo. […] Pero no cabe la menor duda de que la evolución de la escritura no quedará eternamente ligada a las pretensiones de dominio de una actividad caótica en la ciencia y en la economía, y de que más bien vendrá el momento en que la cantidad se transforma en calidad, y la escritura, que se adentra cada vez más en el ámbito gráfico de su nueva y excéntrica plasticidad, se apoderará de golpe de sus contenidos objetivos adecuados. En esta escritura pictográfica, los poetas, que como en los tiempos más remotos serán en primer término y sobre todo expertos en escritura, sólo podrán colaborar si hacen suyos los ámbitos en los que (sin darse demasiada importancia) se lleva a cabo la construcción de esa escritura: los del diagrama estadístico y técnico. Con la instauración de una escritura internacional variable, ellos renovarán su autoridad en la vida de los pueblos y descubrirán un papel frente al cual todas las aspiraciones tendentes a renovar la retórica resultarán triviales ensoñaciones.” (Dirección única, pp. 38-39.)
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