Usos de las redes sociales por el activismo feminista

Textos de la participación del #SeminarioTF en el Taller Perspectivas Críticas. Seminario Alteridad y Exclusiones (FFyL-UNAM), “Usos de las redes sociales por el activismo feministas”. Llevado a cabo el 19 de septiembre de 2020, en el Museo de la Mujer. Coordinado por la Dra. Ana María Martínez de la Escalera y la Dra. Erika Lindig. Moderado por la Mtra. Lourdes Enríquez (FEMU) y el Mtro. Francisco Salinas.


Forma y contenido: activismo feminista y redes sociales

Sandra Leticia Reyes Alvarez

Los principales usos de los feminismos en las Redes Sociales (RS) que he podido rastrear son: 1) Medio de difusión, ya sean noticias, textos sobre feminismo, alertas de desaparición, objetivos logrados. 2) Visibilización/denuncia de presuntos agresores, sobre las formas y los medios de violencia que se ejercen hacia las mujeres, actividades y luchas presentes, denuncia sobre impunidad en los procesos de justicia. 3) Educación/formación, este uso tiene un componente didáctico y suele enfocarse en las definiciones o problemáticas más fundamentales de la lucha feminista como qué hacer ante una agresión o qué tipo específico de violencia se está ejerciendo, cómo identificar violencias y agresores, identificación de estereotipos, definición sobre lo que es el feminismo, en ocasiones desde una suerte de genealogía. Y 4) Acompañamiento, ya sea digital, vía telefónica o proporcionando datos sobre centros de ayuda y de respuesta inmediata. También invitaciones a la práctica de acompañamiento entre mujeres a través de la escritura, la escucha, la imagen y la oralidad.

Creo que hay que considerar primero la dinámica interactiva de mayor tendencia en las RS que es la del prosumidor: usuarios que son tanto creadores como -y quizá sobre todo- consumidores de contenidos diversos. El prosumidor está determinado, en buena medida, por los intereses propios de cada usuario, que se van alineando conforme los algoritmos detectan la selección de tales intereses. En ese sentido, las RS en su funcionamiento general, tienden a ser una especie de caja de resonancia, lo que no significa que todo lo que resuena es simple eco, habría que distinguir múltiples variables que contribuyen a la conformación del perfil de cada usuario, pero de manera general suele tener ese efecto.

Ya que hablé de prosumidor, quizá vale la pena retomar lo que en su momento, con la prensa, Walter Benjamin refiere en “El autor como productor”. Él indica que dentro de los procesos de producción, que son los que determinan las relaciones de dominio, es necesario modificar las técnicas de producción y no sólo el contenido, así pues, sí únicamente hay una modificación de los contenidos, por más revolucionarios que éstos sean, lo cierto es que las técnicas de producción no se transforman y por lo tanto, las relaciones de dominio tampoco. A esto Benjamin le llama abastecer al aparato de producción.

Ahora, sin negar el valor que los activismos feministas pueden tener en sus usos en las RS, podría suponerse que funcionan un poco en el sentido que Walter Benjamin critica, es decir, sólo se abastece el aparato de producción. Sin embargo, eso no debe sugerir que no hay otros efectos posibles más allá del mero abastecimiento de contenidos. La cuestión es ¿cuáles son esos efectos? ¿dónde y cómo está incidiendo? ¿podemos reducir estos efectos únicamente a los contenidos? ¿es posible que haya una transformación de las técnicas de producción y si la hay de qué tipo es? Quizá hasta podría preguntarse ¿qué efectos específicos están buscando tener los activismos feministas a partir de los usos que hacen en RS? Estos usos que los activismos hacen ¿logran operar de forma distinta a la dinámica común de las RS? ¿cómo o a partir de qué procesos logran operar de forma diferente?

Estas interrogantes resultan importantes para no reducir los usos de los activismos feministas a una mera reproducción dentro de una forma capitalizada que se conforma con contenidos novedosos, avant garde, para así tener la posibilidad de apropiarse determinadas causas sólo porque se alojan en su “espacio”. Creo que hay que ser más analíticos al respecto sin llegar a la ingenua credulidad de que una revolución y victoria feminista digital se aproxima, sobre todo tomando en cuenta lo siguiente.

Las confrontaciones en RS son comunes, frecuentemente ante contenidos de activismos feministas, aparecen usuarios que atacan, descalifican y se burlan, otros tantos que aplauden, exaltan, vitorean y otros pocos que analizan y buscan problematizar y discutir algo sobre lo que se publica y comenta. Usualmente, estas discusiones culminan en falacias ad hominem, risas y sarcasmo, linchamiento o bloqueo. La cuestión es ¿estas disputas también son un uso que los activismos feministas hacen o son un efecto más bien propio de la forma de discutir en medios digitales? Y otra pregunta más ¿cómo estas discusiones contribuyen a modificar los usos más característicos de los activismos y los efectos que tienen y buscan tener?

Si lo que se quiere es sumar a más individuos a la causa, darle mayor visibilidad, colocarla como un problema prioritario en la agenda política nacional e internacional, la situación anterior, podría contribuir en forma negativa, debido a que se percibe a estos grupos de activismo feminista como cerrados -lo que en ciertos casos puede ser así según la línea de feminismo que se practica y defiende- pero más allá de eso, lo que esta percepción negativa podría implicar es una falta casi absoluta de derecho a réplica, lo que puede conducir a que el apoyo y defensa que estos grupos realizan desde las RS se vea opacado, pues es más visible la disputa, la descalificación, el linchamiento y el bloqueo, que los efectos que sus principales usos tienen o podrían tener.


Violencia de género en redes sociales

Ana María Guzmán Olmos

Una posible aproximación a un pensamiento de la articulación entre las luchas feministas y las redes sociales sería considerar a las segundas como herramientas para llevar a cabo fines y agendas que en principio están bien definidas. Desde esta perspectiva, a la manera de una pala y una manguera, las redes sociales serían usadas para expandir la semilla de un feminismo bien delimitado que simplemente tendría que encontrar vías para su comunicación. Si bien esta es, de hecho, una de las formas en que las redes sociales han sido utilizadas por grupos feministas, me interesa considerar la posibilidad de que las articulaciones entre los feminismos y las redes sociales no se agotan en su uso instrumental, sino que en ellas se produce una relación singular, es decir, una que genera potencias propias al encuentro y no está dada previamente por ninguno de los elementos que participan en él. Para acercarme a esta cuestión quisiera abrir hoy la problemática de la especificidad de las violencias de género cuando son ejercidas en el espacio de las redes sociales, de manera que si se pueden plantear violencias específicas a las dinámicas de las redes sociales, también sería necesario articular las potencias de resistencia y agencia propias a estas.

Los grupos hackfeministas han señalado ya de diversas maneras, cuáles son las formas en las que la violencia de género opera en plataformas online. Desde el acoso, el robo de datos personales y fotografías, hasta las múltiples formas en que multinacionales se benefician del trabajo precarizado o gratuito al servicio de grandes plataformas y proveedores de software, se han identificado diversos puntos de partida para movimientos de resistencia frente a estas formas de violencia ejercidas en el espacio digital. Si bien estas violencias parecieran tener la misma forma que aquellas ejercidas offline, de manera que sólo se verían amplificadas por el alcance global de las redes sociales, es relevante detenerse aquí para considerar cuál es la especificidad de las violencias que operan en estos espacios. Esto, por un lado, implica considerar, en el caso de la violencia, que esta no es una entidad estática cuya instanciación requiere de distintos medios para alcanzar a afectar los cuerpos, sino que se encuentra siempre articulada en relación con las tecnologías que están en contacto con esos cuerpos. El señalamiento del hackfeminismo respecto al tipo de violencias que son específicas al espacio digital nos invoca pensar de qué manera se construye esa especificidad.

¿Cuál sería la relevancia de un pensamiento de la especificidad técnica de la violencia de género en espacios digitales? En primer lugar, se trataría de considerar cuáles son las respuestas apropiadas para ese tipo de violencias, es decir, si la violencia machista toma la forma de, por ejemplo, acoso en línea, ¿de qué manera se debe responder a tal forma del acoso? Por otro lado, se trataría de pensar si es que este tipo de violencias tienen un efecto tanto sobre la constitución misma de la violencia de género, pero también sobre la constitución del género. Esto es, si la violencia ha sido uno de los factores decisivos para la conformación del género, por ejemplo, en su constitución binario o en la jerarquización de unos géneros sobre otros, articulada en la forma de falacias sostenidas con discursos biologicistas o epistemológicos, ¿se puede hablar de una rearticulación del género cuando nos enfrentamos a páginas de facebook dedicadas a compartir experiencias de acosadores, o cuando discursos misóginos toman la estructura y organización de la figura del troll en línea?

Que el acoso en línea puede ser comprendido como una de las múltiples formas del discurso hiriente, como ha sido pensado, entre otras teóricas, por Judith Butler, no puede ser negado. Cuando el acoso en línea hace uso del lenguaje, en efecto, los cuerpos se ven afectados por la materialidad del discurso que los interpela, un discurso que se articula como amenazante o aniquilante. Sin embargo, la pregunta por la especificidad de las violencias que acontecen en el espacio en línea busca ir más allá de una reconstrucción de las funciones de la tecnología digital en términos discursivos. La alternativa sería un pensamiento propiamente técnico de la violencia de género.

¿A qué se refiere dicho pensamiento técnico? Se trataría de pensar la fuerza co-constitutiva que acontece entre la violencia de género y lo tecnológico. El caso de la figura del agresor misógino que toma la forma de un troll sirve para ilustrar la especificidad de este tipo de violencias. Al hablar del troll misógino me refiero aquí a usuarios de redes sociales dispuestos a responder con agresiones a cualquier expresión que pudiera denotar alguna relación con el feminismo o la subjetividad mujer. Habría que diferenciar aquí este tipo de agresión de aquellas que son dirigidas por miembros de grupos específicos, ya sean grupos activistas o grupos de odio contra miembros de discursos opuestos, esta aunque también una forma de acoso, tendría que analizarse de otra manera al fenómeno que propongo pensar como ejemplo el día de hoy.

 En las agresiones del troll misógino no se trata simplemente del contenido que se utiliza, que en principio, es en efecto misógino, la particularidad aquí está tanto en el carácter aleatorio con el que aparecen dichas enunciaciones, como por la falta de una finalidad concreta, más allá de la aniquilación abstracta de la subjetividad mujer o quien tome el lugar de enunciación del sujeto del feminismo. Lo aleatorio radica en que estas agresiones no están dirigidas contra una persona particular por el hecho de ser esa persona, sino contra cualquier expresión relacionada con activismos y discursos feministas o de la subjetividad mujer. La disponibilidad de nuestras expresiones en el espacio de las redes sociales es condición necesaria para que una figura como la del troll misógino pueda emerger. Esto, por supuesto, no quiere decir que la solución inmediata sería la abstención de la participación en el espacio público de las redes sociales, esta, si bien una decisión válida a nivel individual, no nos provee con estrategias a nivel político para lidiar con este tipo de confrontación.

El hecho es que, en sentido estricto, con los ataques del troll misógino no tratamos propiamente con una confrontación. La confrontación, para ser vista como tal, requiere que detrás de la expresión del disenso haya un sujeto dispuesto a respaldar sus expresiones; confrontar significa finalmente crear un espacio común donde posiciones contrarias se encuentran y se contraponen. La confrontación no garantiza un acuerdo, hay, sin embargo, en ella una subjetividad que respalda la interpelación. La fuerza del troll misógino que actúa en línea, está, por un lado en efecto dada por las palabras que denotan una forma de discurso aniquilante, sin embargo, también está dada por el carácter infundado de la expresión de odio, no hay detrás de ella una opinión porque finalmente no hay nadie dispuesto a respaldar la expresión, si acaso, frente a una respuesta de la persona a quien han agredido, este tipo de agentes en línea están dispuestos a responder con más palabras de odio. En este sentido, el troll misógino se presenta como una función carente de toda responsabilidad.

El troll misógino es la muestra explícita de la mera operación de la expresión de odio, es mera abstracción de misoginia – lo que, por supuesto, no significa que los efectos de su agresión no sean concretos. En este tipo de violencia se hace patente el carácter meramente funcional de la violencia en el discurso. Los significados de las palabras enunciadas por dichas figuras que, en buena medida, habitan el día a día de nuestras redes sociales, están en efecto respaldadas por un discurso misógino, pero en el espacio en línea actúan como meras funciones. De esta manera, el troll en línea, no es sólo la expresión de la violencia misógina como la encontramos fuera del espacio de las redes sociales, sino que hace explícita la mera función de la violencia discursiva, es decir, aquella que opera sin la pretensión de interpelar. La fuerza aniquilante de esta operación de la violencia online está dada por la imposibilidad de la recepción de una respuesta. Se hace explícita aquí la función aniquilante de un discurso sin respaldo y sin fundamento. No solamente se expresa la negación de la subjetividad “mujer”, sino que se busca invalidar su palabra cuando se desmantela toda posibilidad de una confrontación. En este sentido es que se puede hablar de una configuración técnica de la violencia de género. El siguiente paso relevante sería considerar de qué manera esta mera funcionalidad despojada de respuesta ya no aparece solamente en el espacio de redes sociales, sino que este modelo de violencia aparece también en nuestros espacios offline. De esta manera es posible comenzar a articular cuáles son el tipo de resistencias adecuadas para hacer frente a la figura técnica de la subjetividad misógina.


Agenciamientos entre la tecnología digital y la lucha de las mujeres

José Francisco Barrón Tovar

Una de las maneras en que se podría problematizar las puestas en funcionamiento de lo que llamamos redes sociales por las luchas feministas y por colectivos de mujeres sería determinar cómo es que esas puestas en funcionamiento tienen un sentido político. Puesto en términos de preguntas: ¿cómo enunciar lo político en las acciones de colectivos feministas y de mujeres en redes sociales? De otra manera: ¿en el scracheo, las funas, la creación de tendencias, los memes, el spam, los videos divertidos, los grupos de divulgación, el troleo, qué efecto político producen? Incluso: ¿a qué política se apela en esas puestas en funcionamiento de las redes sociales por las luchas feministas?

Aquí quizás valdría la pena dejar de lado, un poco, los acercamientos discursivos a los que nos convidan los activismos digitales y las organizaciones que defienden un acercamiento a lo tecnológico haciendo uso de análisis digitales y enarbolando los derechos humanos. Valdría la pena igualmente suspender por ahora, en vista de lo que queremos, esos discursos que defienden un uso del concepto de ideología para determinar la relación de lo tecnológico con lo político en sistemas de violencia hacia los cuerpos y la vida de las mujeres. Esto no porque sean erróneos o ineficaces. Antes bien porque esos discursos son inadecuados para valorar el sentido político de esas puestas en funcionamiento feministas de las redes sociales. En esos acercamientos se asume ya de por sí lo que podría ser lo tecnológico y lo político -se habla de instrumentos para la lucha y de espacios de igualdad y empoderamiento. Por lo que tienden a convertir esas puestas en funcionamiento de las tecnologías de reproducción digital en sentido feministas en posicionamiento de grupos, agendas o temas en un espacio de publicidad mediático. Pero llamar a esos acontecimientos de agenciamiento de la tecnología digital con la lucha de las mujeres un instrumento de presión que pueden decantar en la generación de políticas públicas, que supuestamente resolverían, o atenderían al menos, la violencia, sólo no hace caso de sus sentidos políticos y de sus potencias de invención tecnológica. Ciertamente lo que está en juego aquí no es si las políticas públicas o los grupos de presión son o no eficaces en cualquier lucha dable, sino que caracterizar la articulación de tecnología digital y la lucha de las mujeres en esos términos hace caso omiso de la invención tecnológica y política que allí acontece.

Una mejor manera de proceder en este caso sería, quizás, describir los agenciamientos ocurridos entre las tecnologías digitales y las luchas de las mujeres. Esto de principio nos evitaría quedar atrapados en un lugar común que preguntaría sobre si las redes sociales serían un lugar o espacio donde se pudiera hacer política. Esta manera de proceder buscaría hacer caso de su potencia de invención política. Y la postulación de que en la articulación entre las tecnologías digitales y las luchas de las mujeres ocurriría una invención tecno-política nos permitiría problematizar, mejor, si más bien no habría que concebir de otra forma lo político, de una manera adecuada a esa articulación. Ciertamente es inadecuado afirmar que en un scracheo digital, en la conformación de tendencias, en un meme, o en la práctica de troleo, se busca construir igualdad o incluso que son herramientas para la emancipación. Pero, ¿cómo evaluar afirmativamente sus efectos políticos? Esto sería necesario para no acabar enunciando sus efectos en los términos al uso -y que igualmente ignoran sus potencias de vida- como linchamientos mediáticos, como “derecho de hablar a legiones de idiotas” o de vigilancia masificada.

Un acercamiento a su sentido tecnológico se impondría. Pues sería su funcionamiento tecnológico -en estos casos de tecnología digital- lo que marcaría su diferencia y singularidad. Es decir, en los agenciamientos entre la tecnología digital y la lucha de las mujeres habría que valorar los efectos que se producen con lo digital. Dicho más rápido y en forma de preguntas: ¿En la articulación entre las tecnologías digitales y las luchas de las mujeres no estaríamos en una reconfiguración de lo que se ha problematizado como el espacio público? Si lo que llamamos el espacio público, político, siempre se construye tecnológicamente, ¿en la puesta en operación de las redes sociales por los colectivos de mujeres en lucha no habría efectos de modificación estética de los cuerpos y las relaciones? Quizás los agenciamientos de la tecnología digital por las luchas feministas buscarían generar efectos en la configuración colectiva de valoraciones, discursos, sensibilidades y hábitos.

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Francisco Barrón

Doctorante en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha participado en varios proyectos de investigación como: “Memoria y Escritura”, “Políticas de la memoria”, “La cuestión del sujeto en el relato”, “Diccionario para el debate: Alteridades y exclusiones”, “Estrategias contemporáneas de lectura de la Antigüedad grecorromana” y “Herramientas digitales para la investigación en humanidades”. Se ha dedicado al estudio del pensamiento griego antiguo, francés contemporáneo y de los filósofos alemanes Friedrich Nietzsche y Walter Benjamin. Sus intereses son las relaciones entre la estética y la política, y los problemas especulativos sobre la relación entre la técnica, el arte, el lenguaje y el cuerpo. Pertenece a la Red de humanistas digitales.

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