Textos de la participación del #SeminarioTF en el Taller Perspectivas Críticas. Seminario Alteridad y Exclusiones (FFyL-UNAM), “Potencia de lo tecnológico en la lucha política feminista”. Llevado a cabo el 17 de abril de 2021, en el Museo de la Mujer. Coordinado por la Dra. Ana María Martínez de la Escalera y la Dra. Erika Lindig. Moderado por la Mtra. Lourdes Enríquez (FEMU).
Potencia de lo tecnológico
José Francisco Barrón Tovar
Si algo hemos buscado —durante estos años que ha durado el Seminario Tecnologías Filosóficas— al estudiar, discutir y elaborar discursiva y conceptualmente, es consolidar el problema de una supuesta potencia de lo tecnológico. Este esfuerzo colectivo ha tenido principalmente un campo estético-político de elaboración. Así, al interrogar genealógicamente los textos de pensadores que han atacado los problemas de la técnica, las máquinas, los dispositivos, la mecanización, los robots, los cyborgs, etcétera, hemos tratado de dejar de lado caracterizaciones instrumentales, reificadas, incluso protésicas de la tecnología. Hemos preferido —y esto después de muchas charlas y peleas— trabajar un discurso que conciba la tecnología como un problema de experiencia política, como una potencia de modificación de las las cosas, las relaciones y los cuerpos., como una potencia de invención. Pero, ¿qué experiencia?, ¿qué política? Lo que sabemos es que, en este entramado conceptual de lo tecnológico con la experiencia y lo político, hemos postulado que para que un ejercicio de lo político tenga poder de modificación —de la violencia, de la explotación, del sometimiento, de la crueldad— debe estar atento a lo tecnológico, que lo configura y hace posible. Y viceversa, que una experiencia —del cuerpo, de lo colectivo, de los vivientes, de nosotros mismos— que permite concebir lo que acontece como procedimientos y operaciones tecnológicas que pueden modificarse, rearticularse y transformarse, debe ser concebida como una experiencia tecnológica. Experiencia tecnológica concebida como producción y manipulación de las condiciones de producción de sensibilidades.
Es desde este esfuerzo conceptual colectivo por elaborar un discurso que conciba la potencia inventiva de lo tecnológico que podemos reconocer efectos singulares tanto en las maneras en que operan los esfuerzos colectivos y sus procedimientos y operaciones de invención de la experiencia. Es desde ese esfuerzo colectivo que hemos tratado de pensar, en el Seminario Tecnologías Filosóficas, la fuerte articulación existente entre los recientes movimientos de las mujeres y diferentes formas de la tecnología. Desde el activismo digital, pasando por los talleres de seguridad y el hackfeminismo, hasta posiciones como el xenofeminismo, se juega en esas luchas de las mujeres una experiencia tecnológica. Los discursos que hemos logrado poner en operación nos han permitido pensar los fuertes ataques elaborados por los movimientos de mujeres, hacia las formas de la experiencia que destruyen cuerpos y avasallan ciertas relaciones y sensibilidades, posibles vidas. Sus intentos de producir vocabularios nuevos, pasiones alternativas, otras relaciones, otros cuerpos. Es muy obvio, para nosotros, ese deseo inventivo que articula el sentido de las luchas de las mujeres. Esa potencia feminista que aspira a cambiarlo todo.
En este sentido los textos y charlas presentadas todo este año aquí han pretendido pensar la potencia de lo tecnológico en las luchas políticas feministas. Adelantar las articulaciones conceptuales entre movimientos y luchas de mujeres y aquello que hace posible la tecnología. Pues, postulamos, sólo pensando tecnológicamente la invención política de la experiencia es posible elaborar y defender positiva y a cabalidad lo que han hecho y pueden hacer las mujeres en lucha.
Forma y contenido: el problema de lo tecnológico
Sandra Leticia Reyes Alvarez
Recuerdo que desde que leí a Walter Benjamin, en particular los textos donde discute la cuestión de la técnica, y posteriormente en las discusiones con el Seminario Tecnologías Filosóficas, un problema que me ha intrigado. Este filósofo afirma en su texto “El autor como productor” cuando analiza el problema de la creación literaria que parece debatirse entre la tendencia y la calidad literaria, que el asunto “pudo haber partido de un debate más antiguo, aunque menos estéril: el que trata de la relación en que están el contenido y la forma”.
Si bien Benjamin discute allí respecto a la literatura de aquella época, lo valioso es cómo relaciona este proceso (técnico) con una cuestión revolucionaria (política) y es por ello que pienso que este antiguo debate entre forma-contenido, se vincula con el tema de esta charla, considerando que, de manera muy sintética, los muchos y variados objetivos que las luchas feministas y de mujeres pueden tener, responden a una cuestión revolucionaria, a un deseo por modificar la realidad y las relaciones que se han establecido y que han producido dominio y violencia; y por otro lado,el vínculo entre esto y lo tecnológico, nos permiten desmenuzar esta problemática. Usualmente, las luchas feministas, conciben lo tecnológico como una mera herramienta, un dispositivo, un aparato, un tipo de conocimiento específico, un sistema determinado, en fin, algo acabado, cuyas finalidades están determinadas, esto nos hace difícil señalar la potencia de lo tecnológico para la lucha feminista.
Ya antes —en charlas previas— hemos discutido cómo las luchas feministas y de mujeres establecen relaciones y usos con ciertos elementos o formas que suelen denominarse tecnológicas —aunque hay que mencionar que no sólo por los feminismos y las luchas de mujeres, se trata de una concepción cultural, institucional, socialmente aceptada y manejada indistintamente, que no suele ponerse en duda— como las redes sociales, las plataformas digitales, Internet, etcétera.
También, hemos planteado algunas prácticas de las luchas feministas que tratan de ir más allá de los elementos anteriores e intentan plantear una modificación más profunda mediante la creación y diseño de códigos, software, datos, redes, etcétera, cuya perspectiva esté guiada y producida a la luz del feminismo y las ideas, vocabulario y objetivos de las luchas de mujeres.
No obstante, la tendencia casi general que se percibe en estas prácticas es la ausencia de un cuestionamiento respecto a la concepción de lo tecnológico, con independencia de las ideas, materialidades o procesos con las que suele asociarse y que son predominantemente e incluso unívocamente patriarcales, machistas, capitalistas, colonialistas, etcétera.
En los primeros casos, se da por hecho que lo tecnológico son precisamente los medios digitales, Internet, los datos, la información, lo digital, en resumen, los contenidos,y, que las dinámicas que ahí se producen son una mera reproducción de las relaciones sociales, como si lo tecnológico no tuviese un efecto excepto como medio o herramienta. Esto, limita el potencial político-revolucionario de las luchas feministas, a la reproducción (tecnológica) y creación de contenidos que den cuenta de las ideas, los proyectos, los grupos y colectivas, los objetivos, las prácticas, etc…
Desde luego, esto no significa que estas modalidades no tengan efectos políticos para las luchas feministas y de mujeres, pero su alcance aún está limitado —tecnológicamente y quizá políticamente también— dado que se opera de forma condicionada al suponer que lo tecnológico ya está determinado y sólo puede ser modificado en sus usos. Se dan por hecho que los efectos de lo tecnológico sólo tienen su expresión en el alcance que los contenidos producidos tienen y pueden tener.
Respecto a la segunda modalidad, parece que se reconoce que lo tecnológico es algo más que meros contenidos, sin embargo, podría señalarse que se sigue manteniendo una forma específica de lo tecnológico, la cual, aunque se modifique, pareciera que no lo hace en tanto forma, sino en tanto contenido de una forma predeterminada. Por ejemplo, si se dice que los códigos, la programación es susceptible de caer en sesgos de género —y de otros tipos— las luchas feministas, plantean y se proponen generar nuevos códigos, feministas, hechos por mujeres para así contrarrestar ese efecto machista del código, no obstante, la forma código no se transforma ni se cuestiona en su sentido, en su ser técnico, sino que se asume como determinada y se limita a la recreación de otros códigos, otras formas de programar, pero ahora, bajo la mirada y prácticas feministas y de mujeres.
De algún modo, el problema forma-contenido, en este caso, se convierte en un problema contenido-metacontenido, si se me permite ese término, es decir, se eliminan los códigos sexistas y se sustituyen por códigos feministas, pero precisamente lo que no se cuestiona es el código como forma de lo tecnológico, se da por hecho que la forma tecnológica llamada código, es algo que hay que llenar para que pueda operar; es decir, se da por hecho que el código es lo propiamente tecnológico y que en el uso o la forma en que se produce dicho código por parte de las mujeres, de los feminismos, es que se logra el potencial tecnológico.
La cuestión con Benjamin es lograr superar, o mejor desplazar el problema forma-contenido, respecto a lo tecnológico, a otro tipo de planteamiento, se trataría entonces, de sacar a lo tecnológico de la relación forma-contenido para concebirlo como potencial transformador revolucionario, que no responde a la modificación de contenidos ni de formas, sino de las relaciones que se producen entre ambos y de cómo dichas relaciones se vinculan con el gesto humano. En otras palabras, desplazar el problema de forma-contenido respecto a la tecnológico es dejar de pensar lo tecnológico en términos de formas y contenidos específicos que están predeterminados, acabados y que tienen fines específicos.
Por ejemplo, entre 2014 y 2015, se realizaron algunos encuentros para desarrollar los principios de un proyecto llamado “Imagina una Internet Feminista”, como resultado, se produjo un documento con 5 principios para el desarrollo de dicho proyecto, tales principios son:
- Acceso
- Movimientos y participación pública
- Economía
- Expresión
- Agencia
Cada principio despliega elementos adicionales y complementarios sobre dicho principio, lo interesante es que la problematización o conceptualización de lo tecnológico, incluso de “Internet” como dispositivos o herramienta tecnológica, no está presente en ninguno de los principios. Se supone y da por hecho lo que Intenet es o pueda ser como “Internet feminista” pero no hay un cuestionamiento de cómo se produce eso que se llama “Internet” e “Internet feminista” tecnológicamente, sino que se espera que en el intento de desplegar este proyecto, los usos y efecto de “Internet” se modifiquen, sean producidos y produzcan otros efectos en lo que se llama “Internet feminista”, sin alterar o siquiera cuestionar qué es lo tecnológico en tal proyecto. Este es un ejemplo bastante diciente respecto a lo que señalé antes de la cuestión forma-contenido. Enfocarse en problematizar qué es lo tecnológico puede ser lo que posibilite potencial revolucionario a las luchas de mujeres.
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